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• Desde el impulso artístico.
Del parricidio a no tener nada que decir.
(¿Qué hacemos aquí?)

"El animal arranca el látigo del amo y se flagela a sí mismo para convertirse en amo, sin saber que eso es sólo una fantasía producida por un nuevo nudo en la correa del látigo del amo."
Franz Kafka.

Hay un punto en toda historia de todo medio, y de todo sujeto en que la devoción se vuelve desprecio; desprecio natural. Un punto en que sucede la traición (que si existe supone una lealtad).
Este sentimiento, por llamarlo de alguna forma, es centro de nuestros hábitos culturales desde la modernidad. La desaprobación de la historia precedente es un fenómeno claro en el arte pero casi siempre como desaprobación del contenido en palabras de R. Krauss. Manet con su Olimpia, cuadro que fué llamado a fundar la modernidad es un claro ejemplo. De como el esquema utilizado en dicho obra era el mismo que el de La Venus de Urbino de Tiziano. Está claro que el contenido no era el mismo y la desaprobación iba encaminada no en la forma. Es cierto que los precedentes son inevitables.

Que hubiera sido de Picasso sin la escultura Ibérica, el arte primitivo o el de Oceanía. Que hubiera sido de Pollock sin el surrelismo automatista de Matta. Es también inevitable dotar al artista de ese potencial de parricida. El modelo Edípico-psicoanalítico. La historia desde el punto de vista del hijo abocado a matar al padre. La batalla descomunal contra la autoridad. La rebeldía como triunfo. ¿Pero todas estas manifestaciones llegan a cristalizar? ¿Adónde nos conducen?

¿Las intenciones (poniendo los ejemplos más claros) de Dadá, de Fluxus, llegaron a resolverse? El rechazo máximo que puede suponerse, el de la muerte del arte, el antiarte, es más fallido por cuanto esas manifestaciones no se apartan del origen que las crea, hablando más aún del propio arte, colocándolo más arriba, si cabe, en su pedestal. Al profanarlo, le prestan el homenaje inconsciente y voluntario. Sería la misma situación que se forma si se rechaza la vanguardia. Paradójicamente ese rechazo de la vanguardia provoca una reafirmación de la propia vanguardia.

La serpiente que se muerde la cola. Un ejemplo claro es la pieza que presentaba el artista de Fluxus, Ben Vautier. Se trataba de una caja de cerillas en donde uno podía leer : " Úsense estas cerillas para destruir todo el arte –museos, bibliotecas de arte, ready-mades, pop -, quémese todo- guárdese la última cerilla para esta caja -." Estas últimas palabras que se dirigían contra aquel que intentara "coleccionar" este objeto no dieron sus frutos. Ahora pertenecen a la colección de un matrimonio que colecciona obras Fluxus.

Podemos llegar al punto en el que no hay nada que decir, que no hay nada que hacer y eso mismo es lo que se tiene que decir. Es la actitud que provoca a Beckett, cuyos personajes se refugian en rutinas insignificantes para protegerse de los aspectos dolorosos de la vida prefiriendo el aburrimiento de vivir al sufrimiento de existir; una actitud que impulsa a John Cage a crear una música que sólo es silencio; que impulsó a Ludwing Wittgenstein a fundar una escuela sobre la idea de que la filosofía era completamente inútil... (Aclarar a su vez que todos estos comportamientos suceden en un determinado contexto, o mejor, que el contexto determina al arte y sus actitudes.)

Por eso cualquier intención proviniendo de uno mismo, de su más hondo interior no puede apartarse de su ser social. "Aún la más sublime obra de arte ocupa un lugar determinado en relación con la realidad empírica", como nos diría Adorno en Teoría Estética. Yo a su vez tampoco puedo permanecer ajeno el entorno y no puedo abstraerme de él apartándome por completo.

Entonces se podría decir mucho acerca del contexto y de lo que nos rodea. Del conformismo de la postmodernidad, de que está más dispuesta a agradar y a distraer. Sabemos ahora mismo del poder de las imágenes que nos rodean, de la borrachera de sensaciones que se convierten en reproducciones de sí mismas; de que los medios nos informan pero no nos transforman... Como dirá Baudrillard, la realidad ya no es necesaria por que vivimos en un simulacro. Como definiría Lipovetski, una " era del vacío"; o quizá del extraño bienestar; quizá del humor, de lo políticamente correcto; de una especie de moralidad aceptada inconscientemente; de poder tener nuestras conciencias tranquilas y a la vez deleitarnos en la individualidad y en nuestro propio placer.

Yo, como persona en el mundo complejo, me muevo ahí, lo quiera o no lo quiera y no puedo por menos que preguntarme por ello también como artista o alguien que intenta estar en este espacio tan extraño que es el arte. Y como en un teatro, el artista semeja ser un actor destinado a representarse a sí mismo constantemente. En un teatro que siempre es el mismo y que está en el mismo lugar y que de vez en cuando recibe una nueva mano de pintura.

Como Io, estamos condenados a padecer el castigo de movernos hacia adelante huyendo de un tábano invisible que nos pica cada vez más y embota nuestros sentidos . "Io envejece errando por valles indescifrables, mientras, por más que se esfuerza no logra comprender la furia del mundo ni la causa del dolor", citando a Rafael Argullol en El fin del mundo como obra de arte.

Todo esto puede parecer pesimista pero más bien es una visión de la realidad,de que hay más de una cosa que de otra y esta cosa resulta muy desalentadora e impotente. Quizá el darse cuenta de la situación ya sea una postura, una ideología, entendida como intención. Como diría B. Nauman "el arte debería tener un valor moral, una postura. No estoy seguro de dónde procede esa creencia".

Es una certeza de la incertidumbre y de no saber hacia dónde ir (por supuesto situación del mundo capitalista y "desarrollado") Por que tampoco nos podemos colocar en una posición como la del existencialismo de Sartre que suponía una liberación, un implicarse para transformar el medio en favor de la libertad. Era otro contexto. Hoy parecería una postura un tanto ingenua ante lo elevado del mercado, de su manipulación, de su direccionalidad. Y es que la palabra revolución hoy parece carecer de sentido, o, al menos como siempre la hemos entendido.
¿Cómo nos hemos de colocar? ¿Cómo debe de actuar el artista? ¿Habrá de realizarse cualquier acto por estúpido que parezca para demostrar simplemente nuestra existencia?

Todos nos sentamos en nuestros cómodos sofás con el mando en las manos, deseosos de estar ahí, a gusto; de que la luz ilumine nuestros ojos, ávidos de movimiento visual, de ver ( que no mirar, analizar, observar) el nuevo anuncio de la marca x... Se me ocurren muchos comentarios típicos y tópicos y sin embargo con una inquietante carga de verdad : el estar en medio de ninguna parte para ir a ningún lado. Nuestros ojos son hechizados con facilidad y los relatos han cambiado, o simplemente ya no están . Ya no esperamos nada o parecemos esperar algo que no sabemos lo que es.

¿Cómo se puede actuar entonces? Parece que sólo podemos hacerlo desde la inseguridad. De esa frustración incluso de que todo es incierto y aún más con el arte, palabra ésta tan compleja e inquietante por ese desconocimiento "real" de la propia palabra, por su polisemia, por su polivalencia, por la confusión que provoca cada vez que se pronuncia, del enigma que establece. Un enigma que es el de cómo proceder ahora mismo. Saber que el lugar en donde se pisa quizá se resquebraje, como una placa de hielo, atrayente y muy blanca pero con el peligro de que se rompa en cualquier momento.

Y toda esta situación crea a su vez una impotencia en los propios objetos (¿quizá productos?) que parecen cada vez más carecer de sentidos claros que los definan. La serpiente que se muerde la cola. El espejo que se mira en el espejo. Quizá no hay nada que decir, ni que hacer. ¿Si sabemos que el arte es inútil por qué seguimos en ello? Sin duda porque tenemos la inconsciente certeza de que no puede ser así. Si existe es por algo. Si seguimos en este laberinto intentando buscar una salida es porque en nuestro interior aflora constantemente un espíritu "romántico", de creadores, de descubridores.

Quizá sea estúpido, o no. Quizá estemos equivocados y todo sea una gran falacia alimentada a lo largo del tiempo con palabras teñidas de verdades. Puede que todo sea un aliento inútil, no lo sé.
Alrededor de nada parecemos estar muchas veces colocados. Y al decir que no hay nada que decir parece que las palabras nos abandonan pero seguimos reflexionando allí donde parece no haber reflexión. Pero podemos pensar que esta incertidumbre es la que provoca la búsqueda de algo que nunca sabemos lo que es pero que estamos seguros nos hará ver algo aunque sea lo incierto.


Rosendo Cid Menor
Mai/Jun 99

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