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• Desde lo incierto; las múltiples interpretaciones y el arte en las sociedades actuales.
"Desde Heidegger la obra ya no es un producto, no es un cosa entre las cosas, no es un objeto encerrado en una determinada red de valores y de significados. Es un evento que irrumpe en el mundo volviéndolo a fundar cada vez, como originaria posiblidad de comunicar, de instituir formas de vida asociadas, como origen en suma."
Sergio Givone (Historia de la Estética.)
Esta cita nos aclara de alguna manera lo incierto, la levedad, lo incognoscible y la diversidad de interpretaciones a las que está sometido el arte desde hace ya bastante tiempo. Precisar que el nacimiento de la disciplina estética como tal coincide históricamente en el momento en que se empieza a imponer una teoría para la que interpretar, o como diría Novalis y con él todos los románticos, romantizar, transformar el mundo en un acontecimiento interpretativo, que implica a la verdad, ya que no sería posible pronunciarse sobre algo en nombre propio sin implicarse en ella(verdad). El recurso de la hermenéutica es más que conocido.
Poder adoptar cualquier punto de vista porque todos pueden ser realmente positivos. Aunque no me refiero al "todo vale", sino al "todo puede valer", que es distinto. Incluso el deconstructivista más radical no puede adoptar ciertas afirmaciones por ser insostenibles. Pero la ilimitación a la hora de interpretar es verdadera, está ahí presente, nos puede provocar incertidumbre. Una ilimitación que puede provocarnos un mareo de sensaciones. Toda esa especie de tiempo interpretativo continuo es muy difícil de cerrar por eso mismo. Como bien se pregunta Umberto Eco :"¿Existen límites a lo que se le puede hacer que signifique a un texto?"
Por supuesto esto puede verse como un equilibrio para no reducir a la historia a una simple acumulación de testimonios de una época. También puede verse como una acomodación a no concluir porque todas las propuestas son válidas, todas son positivas. Todo es una vorágine de discursos conectados entre sí, como una red. Red como lo pueda ser Internet, ofertadora y destinada a crear sujetos a los que sólo se les permite desear, dejándose seducir con facilidad.
Exactamente el mismo problema que nos plantea Baudrillard en su libro Las estrategias fatales, donde nos habla de la seducción del objeto, que sólo él seduce quedando el sujeto destinado a desear. La seducción de las imágenes , el triunfo de las imágenes, la estetización de la sociedad de la que tanto se habla ahora; la cultura de múltiples ofertas... Todos estos problemas que se plantean desde las discusiones de la posmodernidad. El presente sin historia marcado por la acumulación; la espectacularización impuesta y perfectamente asentada; el triunfo de eslóganes de la sociedad del espectáculo.
Como nos dirá Finkielkarut "un par de botas equivale a Shakespeare". Esa sociedad multicultural que significa lo bien surtido. Pero lo que se aprecia en esta situación no son culturas como tales, sino sus versiones edulcoradas, la parte que puede probarse para luego arrojar después del uso. Pero esta crítica no ha de mostrarse como una vuelta a tiempos mejores. Tampoco es un problema de individuos que se dejan llevar por sus pasiones elementales. Lo que si es destacable es la falta de sentidos por la barrera derribada entre cultura y diversión, lo que provoca una flotabilidad, una borrosidad.
¿Dónde está el sentido para comprender o para definir claramente. ¿Si se ha igualado una frase publicitaria a una obra literaria desde dónde nos debemos mover?
Todo esto no es más que una puesta en cuestión del propio arte. ¿dónde está éste? ¿Tiene cabida en estos momentos de falta de sentidos? La concepción del arte como interrogante sobre el propio ser supone que aunque esa estetización de la que se ha hablado sea fuerte, éste (el arte) ha de surgir por algún lado. Está claro el oscurecimiento de la forma del arte por lo comentado, de su falta de actualidad.
Podemos cuestionar fácilmente a la actividad creadora hasta el punto de su desaparición por el encuentro no hallado de su sentido en esta vorágine de estetización. El espacio a indagar es enorme y poblado de hipótesis que no viene sino a confirmar el extenso campo de las sociedades actuales. Y aún reconociendo este fenómeno de la multiplicidad de formas y de interpretaciones, que es su descripción, supone una legitimación de estas estructuras existentes, de dominación y de poder.
La supuesta libertad de interpretaciones y de vías que elegir parece hallarse en una gran falacia. El "todo vale" de nuevo; el pluralismo que admite cualquier tipo de propuesta por radical que sea, por que se ha hecho con esas formas que así parecen caer en una mentira que juega a verdad. Como comenté al principio, el tener las conciencias tranquilas y el disfrutar de nosotros mismos en esta nueva cadena de esta nueva sociedad, que parece "flotar" maravillosamente.
Y el arte, dónde queda. ¿Como olvidarnos de todo lo que nos rodea, de esta amalgama, de este poder institucionalizador que todo lo parece igualar, mostrando "nuevos" productos cuando el mercado lo requiere? No es falso que el arte como otra institución más dentro del entramado económico y de capital se ha vuelto poco actual en sus significados, que se ha vuelto simple, que se ha convertido en un producto más, lejos de esas pretensiones definitorias del ser mismo, o de otros significados más elevados.
Sin embargo, seguimos intentando buscar allí donde no parece haber nada igualmente, quizá por esa postura "romántica" de artistas creadores de la que parece no nos podemos despegar, incluso en nuestro más profundo ser. Si sabemos todo esto ¿qué arte debemos crear entonces? ¿desde dónde? No podemos olvidar que el arte opera desde múltiples formas y entendimientos pero si deberíamos rechazar el que todas las propuestas valgan por igual. Podemos obrar en pos de alguna significación, rechazando la obra como mero ornamento; mantener esa vocación crítica que se supone nos caracteriza.
Así como en los sesenta se mostraba al arte, en ciertas tendencias, a concebirse como promesa de futuro o como una crítica de la realidad, luego mostramos una tolerancia en la que crece la espectacularización de la política, la estetización de la vida cotidiana, en la normalidad de cualquier propuesta por radical que sea, como un producto más, de entretenimiento o de oferta. Más que nunca parece urgente una postura, una política al menos de comportamiento, mostrándonos críticos para generar desde ahí otras posibilidades, otras actitudes que nos hagan ver algo más que imágenes en movimiento delante de nuestros ojos idiotizados por transgresiones falsas que únicamente alimentan nuestro afán devorador y consumidor de nuevas situaciones, que lejos de mostrarnos nuevos "ambientes", nos encierran en un coto dominado por la sucesión de colecciones de pequeñas temporalidades, por rizomas, por lo aleatorio y por lo inestable.
¿Qué hacer? Nos preguntamos constantemente.
¿Será condición del artista actual aportar comentarios críticos en relación al impacto cultural de las nuevas tecnologías? ¿Es esto lo que debemos hacer? ¿O, simplemente, reformular los dispositivos expresivos, las eficacias narrativas, para resituarnos en el complejo mundo como cualquier persona?
La solución es difícil de hallar, como siempre ha sido y es difícil encontrar una concepción clara y determinante de lo que es el arte, de lo que es el hombre, dicho de la manera más elevada, utópica y ambiciosa. Quizá sólo tengamos la certeza de que es en lo incierto donde nos movemos y por ello la superficie se nos aparece tan atrayente, ilusoria, y por eso seguimos buscando aquello que incluso puede que no exista.
Rosendo Cid Menor
Mai/Jun 99 |